Durante el rodaje de Biutiful, la nueva película de Alejandro González Iñárritu, se demostró, una vez más, que la realidad supera la ficción. En uno de los descansos de las más de 20 tomas de una misma escena, dos miembros de la policía secreta se abalanzaron sobre los manteros que trabajan como extras en el filme junto a Javier Bardem con la intención de requisarles los guccis, pradas y vuittones desplegados en el suelo. Al cabo de unos instantes, varios miembros del equipo de producción aclararon a los agentes que los senegaleses trabajaban en el filme. El cineasta mexicano ya había rodado la semana pasada en Badalona y Santa Coloma con figurantes gitanos.
Durante el día de ayer, el cruce de la calle de Consell de Cent con Paseo de Gràcia respiró tanta dosis de expectación como de secretismo por parte de la productora. Los curiosos amontonados junto al plató se preguntaban si aquel actor era Bardem de verdad.
Su caracterización despertaba dudas, ciertamente. Los más atrevidos retrataban la secuencia con su móvil, a pesar de que el equipo de seguridad, con muy malos modales, prohibía a gritos captar la imagen de Bardem, advirtiendo que "las cámaras y los flases molestan al actor".
Al madrileño, que vuelve a rodar en Barcelona un año después de hacerlo a las órdenes de Woody Allen, se le pudo ver en acción con un aspecto andrajoso por exigencias del guión. Bardem se ha metido en la piel de Uxbal, un personaje que tras un pasado de trapicheos en el submundo de la droga lucha por recuperar el equilibrio emocional tras un amor roto.
A lo largo del rodaje, el grito de "¡acción!" se escuchó en más de 20 ocasiones; después, la cámara rodaba un plano junto un banco gaudiniano y un platanero deshojado. Bardem se abría paso cabizbajo y cigarro en mano, susurrando al capo de los top manta mientras negaba con la cabeza. Durante la breve conversación, entraban en escena más de 20 manteros y algunos figurantes.
Durante el día de ayer, el cruce de la calle de Consell de Cent con Paseo de Gràcia respiró tanta dosis de expectación como de secretismo por parte de la productora. Los curiosos amontonados junto al plató se preguntaban si aquel actor era Bardem de verdad.
Su caracterización despertaba dudas, ciertamente. Los más atrevidos retrataban la secuencia con su móvil, a pesar de que el equipo de seguridad, con muy malos modales, prohibía a gritos captar la imagen de Bardem, advirtiendo que "las cámaras y los flases molestan al actor".
Al madrileño, que vuelve a rodar en Barcelona un año después de hacerlo a las órdenes de Woody Allen, se le pudo ver en acción con un aspecto andrajoso por exigencias del guión. Bardem se ha metido en la piel de Uxbal, un personaje que tras un pasado de trapicheos en el submundo de la droga lucha por recuperar el equilibrio emocional tras un amor roto.
A lo largo del rodaje, el grito de "¡acción!" se escuchó en más de 20 ocasiones; después, la cámara rodaba un plano junto un banco gaudiniano y un platanero deshojado. Bardem se abría paso cabizbajo y cigarro en mano, susurrando al capo de los top manta mientras negaba con la cabeza. Durante la breve conversación, entraban en escena más de 20 manteros y algunos figurantes.
Hacia las cuatro de la tarde, finalizada la última toma, González Iñárritu, conocido por su trilogía de películas Amores Perros, 21 Gramos y Babel, comentaba satisfecho la jugada al director de fotografía y a Bardem, que a los pocos minutos se iba a comer para después proseguir la sesión de rodaje en la Estación de França hasta la noche.
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