Hoy en el periódico español La Vanguardia sale una interesante entrevista con Sebastíán Marroquín, hijo del fallecido narcotraficante colombiano Pablo Escobar, y que esta de actualidad por el estreno del documental "Pecados de mi padre" que se puede encontrar en algunas salas de nuestro país.
Aquí os la dejamos:
Tengo 32 años. Nací en Medellín (Colombia) y vivo en Buenos Aires desde hace 16 años. Tengo un estudio de diseño y arquitectura. Estoy casado desde hace siete años, pero convivimos desde hace dieciséis. Mi idea política más importante es la paz. Creo en Dios.
¿Su recuerdo más poderoso?
Sobrevivir al atentado, en 1988, del edificio en el que vivíamos mi madre, mi hermana y yo, con 11 años. El primer coche bomba en la historia narcoterrorista de Colombia: 700 kilos de dinamita.
¿Y el más feliz?
Cuando mi padre se entrega a las autoridades. Por un momento recuperé la esperanza de que la violencia iba a terminar y que no tendría que vivir en la clandestinidad. Luego se fugó de la Catedral y la violencia se multiplicó.
¿Fue usted un niño consentido?
Sí, lleno de juguetes pero sin amigos para disfrutarlos: siempre me han discriminado. Gozaba de lujos exagerados, pero eso duró poco, el resto fue ser un niño fugitivo, escapar de la violencia, ver a tu padre ejercerla, vivir como delincuentes, como si hubiéramos participado en los actos de mi padre.
¿Su padre era un hombre cariñoso?
Sí, era buen padre, tengo gratos recuerdos, aunque son breves porque a mis 7 años, por la muerte de Rodrigo Lara, ministro de Justicia, pasó a la clandestinidad. Yo adoraba y adoro a mi padre. Hay una línea delgada que separa al hombre público y al padre, y pude manifestarle mi repulsa por la violencia.
¿Y su madre?
Se enamoró de Pablo, el hijo del vigilante del barrio. Tenía 13 años y él 25. Como la mayoría de las mujeres en una sociedad machista, tenía poco derecho a opinar. Su gran papel fue no abandonar a sus hijos en ningún momento. Fue una gran maestra del perdón.
A usted y a su madre se les ha tachado de verdugos y de víctimas.
No creo en ninguna de las dos versiones, pero asumo la responsabilidad que me corresponda desde el lugar del hijo: ser testimonio de lo que aprendí e invitar a otros jóvenes a que no ingresen en la violencia.
¿Por dónde le ha hecho transitar la historia de su padre?
Me he pasado la vida explicando lo que él hizo, no lo que he hecho yo. Pero he aprendido a buscar la parte positiva, a reírme de las propias tragedias, ser autocrítico y caminar con las puertas cerradas.
¿Qué significa eso?
La discriminación en todas sus manifestaciones y en todas partes, la falta de oportunidades. La gente tiene prejuicios hacia nosotros. Incluso las instituciones educativas se negaron a darnos clases.
¿Cómo vivió los asesinatos de los enemigos de su padre: Lara Bonilla y Galán?
Cuando ocurrió lo de Lara tenía 7 años. En el caso de Galán yo ya comprendía que la vida es un bumerán que si lo lanzas con amor, vuelve con amor, pero si lo lanzas con violencia te corta la cabeza.
¿Le impactó ver a sus hijos llorando?
Meha impactado más ahora, durante el proceso del documental: ver una y otra vez en las imágenes de archivo todo su dolor y ser capaz, con la perspectiva que te da el tiempo, de meterme en sus zapatos.
Enviar una carta a sus hijos ¿fue una liberación?
El documental íntegro fue un proceso de liberación, de enfrentar la realidad tal y como había sucedido. Mi única exigencia era que no se encubriera nada, porque eso sería maquillar la realidad, y así no se aprende.
¿Qué ha aprendido sobre el dinero?
Con él compras las cosas más baratas de la vida. En un momento estábamos rodeados por 2 millones de dólares, pero nos estábamos muriendo literalmente de hambre porque no podíamos ir al supermercado.
Tras la muerte de su padre, ningún país quiso acogerlos.
Nadie. Ni el Vaticano, ni la Cruz Roja Internacional, ni los Nobel de la Paz, ni la ONU, ni la Declaración Universal de los Derechos del Niño, nada de eso sirvió para esta familia. Pero no guardo rencores, guardo las lecciones y las comparto, para que no se repitan, para que no perpetuemos el dolor.
Seis años después los acogió Argentina.
Nos dieron una nueva identidad que descubrió un contable y nos extorsionó; fuimos a las autoridades a denunciarlo y acabamos en la cárcel. Mi madre, 18 meses, y yo, 45 días. Fue una mezquindad de los funcionarios judiciales, ávidos de notoriedad. La Corte Suprema nos absolvió con un "disculpen".
¿Le siguen culpando por los delitos de su padre?
Sí, he sido juzgado y condenado por el delito de parentesco hasta el cansancio. La Corte Suprema se ha pasado 13 años buscando la aguja en el pajar.
¿No teme la reacción a esta película?
El miedo está siempre sentado a mi lado y yo le doy tranquilidad. Ya he perdido la cuenta de todos los intentos de asesinarme. Me tiraron una granada a los pies y conseguí cogerla y tirarla lejos, cuatro intentos de secuestro, atentados con bala, la bomba...
Cómo le explicaría a su hijo...
Existe la posibilidad de que venga a pagar los pecados del abuelo y cuesta que llegue. Creo que este documental ha sembrado una semilla, no es el final de una historia, sino el comienzo. Yno pido perdón exclusivamente a la familia Galán y Lara, sino a todas las víctimas directas e indirectas.
Pero usted no es el responsable.
Desde los 7 años he entrado y he salido de la cárcel, el ejército allanó el colegio en mi búsqueda y el director me escondió debajo de su escritorio. Me guste o no, formo parte de la historia de violencia de Colombia.
(Fuente)
Sobrevivir al atentado, en 1988, del edificio en el que vivíamos mi madre, mi hermana y yo, con 11 años. El primer coche bomba en la historia narcoterrorista de Colombia: 700 kilos de dinamita.
¿Y el más feliz?
Cuando mi padre se entrega a las autoridades. Por un momento recuperé la esperanza de que la violencia iba a terminar y que no tendría que vivir en la clandestinidad. Luego se fugó de la Catedral y la violencia se multiplicó.
¿Fue usted un niño consentido?
Sí, lleno de juguetes pero sin amigos para disfrutarlos: siempre me han discriminado. Gozaba de lujos exagerados, pero eso duró poco, el resto fue ser un niño fugitivo, escapar de la violencia, ver a tu padre ejercerla, vivir como delincuentes, como si hubiéramos participado en los actos de mi padre.
¿Su padre era un hombre cariñoso?
Sí, era buen padre, tengo gratos recuerdos, aunque son breves porque a mis 7 años, por la muerte de Rodrigo Lara, ministro de Justicia, pasó a la clandestinidad. Yo adoraba y adoro a mi padre. Hay una línea delgada que separa al hombre público y al padre, y pude manifestarle mi repulsa por la violencia.
¿Y su madre?
Se enamoró de Pablo, el hijo del vigilante del barrio. Tenía 13 años y él 25. Como la mayoría de las mujeres en una sociedad machista, tenía poco derecho a opinar. Su gran papel fue no abandonar a sus hijos en ningún momento. Fue una gran maestra del perdón.
A usted y a su madre se les ha tachado de verdugos y de víctimas.
No creo en ninguna de las dos versiones, pero asumo la responsabilidad que me corresponda desde el lugar del hijo: ser testimonio de lo que aprendí e invitar a otros jóvenes a que no ingresen en la violencia.
¿Por dónde le ha hecho transitar la historia de su padre?
Me he pasado la vida explicando lo que él hizo, no lo que he hecho yo. Pero he aprendido a buscar la parte positiva, a reírme de las propias tragedias, ser autocrítico y caminar con las puertas cerradas.
¿Qué significa eso?
La discriminación en todas sus manifestaciones y en todas partes, la falta de oportunidades. La gente tiene prejuicios hacia nosotros. Incluso las instituciones educativas se negaron a darnos clases.
¿Cómo vivió los asesinatos de los enemigos de su padre: Lara Bonilla y Galán?
Cuando ocurrió lo de Lara tenía 7 años. En el caso de Galán yo ya comprendía que la vida es un bumerán que si lo lanzas con amor, vuelve con amor, pero si lo lanzas con violencia te corta la cabeza.
¿Le impactó ver a sus hijos llorando?
Meha impactado más ahora, durante el proceso del documental: ver una y otra vez en las imágenes de archivo todo su dolor y ser capaz, con la perspectiva que te da el tiempo, de meterme en sus zapatos.
Enviar una carta a sus hijos ¿fue una liberación?
El documental íntegro fue un proceso de liberación, de enfrentar la realidad tal y como había sucedido. Mi única exigencia era que no se encubriera nada, porque eso sería maquillar la realidad, y así no se aprende.
¿Qué ha aprendido sobre el dinero?
Con él compras las cosas más baratas de la vida. En un momento estábamos rodeados por 2 millones de dólares, pero nos estábamos muriendo literalmente de hambre porque no podíamos ir al supermercado.
Tras la muerte de su padre, ningún país quiso acogerlos.
Nadie. Ni el Vaticano, ni la Cruz Roja Internacional, ni los Nobel de la Paz, ni la ONU, ni la Declaración Universal de los Derechos del Niño, nada de eso sirvió para esta familia. Pero no guardo rencores, guardo las lecciones y las comparto, para que no se repitan, para que no perpetuemos el dolor.
Seis años después los acogió Argentina.
Nos dieron una nueva identidad que descubrió un contable y nos extorsionó; fuimos a las autoridades a denunciarlo y acabamos en la cárcel. Mi madre, 18 meses, y yo, 45 días. Fue una mezquindad de los funcionarios judiciales, ávidos de notoriedad. La Corte Suprema nos absolvió con un "disculpen".
¿Le siguen culpando por los delitos de su padre?
Sí, he sido juzgado y condenado por el delito de parentesco hasta el cansancio. La Corte Suprema se ha pasado 13 años buscando la aguja en el pajar.
¿No teme la reacción a esta película?
El miedo está siempre sentado a mi lado y yo le doy tranquilidad. Ya he perdido la cuenta de todos los intentos de asesinarme. Me tiraron una granada a los pies y conseguí cogerla y tirarla lejos, cuatro intentos de secuestro, atentados con bala, la bomba...
Cómo le explicaría a su hijo...
Existe la posibilidad de que venga a pagar los pecados del abuelo y cuesta que llegue. Creo que este documental ha sembrado una semilla, no es el final de una historia, sino el comienzo. Yno pido perdón exclusivamente a la familia Galán y Lara, sino a todas las víctimas directas e indirectas.
Pero usted no es el responsable.
Desde los 7 años he entrado y he salido de la cárcel, el ejército allanó el colegio en mi búsqueda y el director me escondió debajo de su escritorio. Me guste o no, formo parte de la historia de violencia de Colombia.
(Fuente)
2 comentarios:
Me encantó el documental "Pecados de mi padre". Desde hace tiempo he leído sobre Pablo Escobar", no porque me interese el negocio del narco, sino porque me sorprende su capacidad de organización. Viví en Colombia becada por la OEA, hace más de 40 años y no he vuelto a ese país al que admiro y quiero por los amigos que conocí.
Todos tenemos algo que perdonar o alguien a quien hacerlo y en el caso de Sebastián es un imperativo de sobrevivencia, nunca había conocido un caso extremo de perdón como el de él y su ejemplo me lleva a hacer lo mismo. Felicito a quienes han hecho posible este proyecto como un acto de perdón público y colectivo, que tanta falta hace en la sociedad y más ahora que en México se ha dado una escalada de violencia que no respeta a nadie, por la ineptitud de nuestro "presidente espurio" Felipe Calderón. Creo, igual que los hermanos Galán, en la necesidad de legalizar la droga, para no hacer el juego a los mandamases del negocio y evitar la violencia.
Jose Fina Morfín
SOY DE CARACAS-VENEZUELA sabes Sebastián Marroquín te admirooo mucho y tienes fuerza de voluntad de salir adelanteee ustedes como hijos y tu mama no tienen la culpa de nada es de sabios rectificar y ustedes lo han hecho "LOS FELICITO" de corazon por tu valentia eso vale oro y seguro que DIOS esta con ustedes y les dio una oportunidad...."DIOS TE BENDIGA A TI,A TUS HERMANOS Y A TU MADRE"......
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