Concluyó la versión número 52 del Festival internacional de cine de Cartagena de Indias. Con una “Sección Oficial” cargada de mucho independiente, de autor y con jóvenes cineastas, el certamen expresa la categoría que certamen a certamen ha ido tomando con la nueva dirección.
El film ganador es el argentino “El estudiante”, de Santiago Mitre. Fábula pues que con excesivo diálogo quizá en el guión, y rodada casi toda con cámara en mano, la historia nos señala a un inquieto Roque (Esteban Tamothe), un estudiante que será el eje principal, para conocer los intríngulis de la vida universitaria y perder esa candidez y simplicidad sobre una vida cargada a veces de ideologías políticas (y con válidas reticencias a un pasado de un continente como el nuestro). Igualmente están por supuesto, en ese descubrimiento que es un libre pensador, los encuentros de un carismático Roque a sus desasosiegos sobre el sexo, drogas, alguna que otra intriga y la ausencia de falsas apariencias.
El film ganador es el argentino “El estudiante”, de Santiago Mitre. Fábula pues que con excesivo diálogo quizá en el guión, y rodada casi toda con cámara en mano, la historia nos señala a un inquieto Roque (Esteban Tamothe), un estudiante que será el eje principal, para conocer los intríngulis de la vida universitaria y perder esa candidez y simplicidad sobre una vida cargada a veces de ideologías políticas (y con válidas reticencias a un pasado de un continente como el nuestro). Igualmente están por supuesto, en ese descubrimiento que es un libre pensador, los encuentros de un carismático Roque a sus desasosiegos sobre el sexo, drogas, alguna que otra intriga y la ausencia de falsas apariencias.
Film recomendado, pues no se aleja mucho de la vida universitaria en entidades del Estado de América Latina, donde lo importante es ¿cometer nuevos errores en la toma de decisiones? de nuestras vidas.
Como un punto aparte, y, de alguna manera, esta cinta me evoca otro film argentino rodado en 1986 de Héctor Olivera, “La noche de los lápices”, pero, en el sentido de nada de exageración en su discurso e ideología y ausencia de licencia dramática alguna.
Como un punto aparte, y, de alguna manera, esta cinta me evoca otro film argentino rodado en 1986 de Héctor Olivera, “La noche de los lápices”, pero, en el sentido de nada de exageración en su discurso e ideología y ausencia de licencia dramática alguna.
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