por Gonzalo Restrepo Sánchez
Aquello que no se dice con toda sinceridad está mal dicho. Con base en esta premisa Taoísta, el film de los hermanos Orozco, “Saluda al diablo de mi parte”, es un alegato a la Ley de justicia y paz en Colombia. Ahora, en clave de thriller, la historia (que por momentos resulta un poco redundante, barroca y demente), podría ser el noir más oscuro que jamás se ha hecho en el cine colombiano.
En esta “sed del mal” manifiesta en la trama, los personajes transitan pesadamente entre el filo de lo legal e ilegal para lograr sus propósitos. De manera que esta intriga criminal desarrollada en Colombia, con una atmósfera pesada, bien fotografiada por Luís Otero, nos transporta a un firmamento desintegrado, con encuadres (escasísimos planos generales en el film) que acentúan y subrayan las características de los principales interlocutores.
En esta “sed del mal” manifiesta en la trama, los personajes transitan pesadamente entre el filo de lo legal e ilegal para lograr sus propósitos. De manera que esta intriga criminal desarrollada en Colombia, con una atmósfera pesada, bien fotografiada por Luís Otero, nos transporta a un firmamento desintegrado, con encuadres (escasísimos planos generales en el film) que acentúan y subrayan las características de los principales interlocutores.
Ahora, esta cinta colombiana en cierta medida evoca el tono de "El demonio bajo la piel”. Si bien en esta última película cabe enfatizar que se “siente una aparente sensación de placidez, ya que su acento, imprime un silencio sobre las culpabilidades del personaje principal”; en este contexto (sobre todo el de culpabilidades), el film colombiano, si bien no te arrastra al interior de los personajes (reitero), es una historia que posee todas las características de un cine de autor con el ítem de un excelente reparto (un Edgar Ramírez estupendo).
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