La película argentina “Cuestión de principios” está basada en un cuento de Fontanarrosa, y narra una historia en apariencia liviana, que transcurre en medio de transformaciones empresariales por los años noventas en Argentina.
Y digo que en primera instancia pareciese una cinta liviana, pero en la medida en que nos adentramos o irrumpimos en los personajes, resolvemos una trama (en el sentido de tramar), con señalamientos sobre la ética, el dinero y especulaciones; e identificamos el tono de cotidianidad y humor de unos seres a larga comunes.
Si el mensaje del film es que no todo se puede comprar con el dinero, parafraseando podemos decir: “Ordinary people” quienes conjugan problemas, ambiciones y deseos propios de una generación encarnada por Federico Luppi, Norma Aleandro, y una más propia de nuestros días con el personaje de Silva (Pablo Echarri), un joven empresario que colecciona objetos.
Y digo que en primera instancia pareciese una cinta liviana, pero en la medida en que nos adentramos o irrumpimos en los personajes, resolvemos una trama (en el sentido de tramar), con señalamientos sobre la ética, el dinero y especulaciones; e identificamos el tono de cotidianidad y humor de unos seres a larga comunes.
Si el mensaje del film es que no todo se puede comprar con el dinero, parafraseando podemos decir: “Ordinary people” quienes conjugan problemas, ambiciones y deseos propios de una generación encarnada por Federico Luppi, Norma Aleandro, y una más propia de nuestros días con el personaje de Silva (Pablo Echarri), un joven empresario que colecciona objetos.
Y es precisamente a partir de una revista, donde la cinta de Rodrigo Grande (recordado por su ópera prima “Rosarigasinos” en el año 2000), nos lleva de la mano a un conflicto —que a la larga no es ningún problema—, para aceptar con agrado esta película con una dosis de buen humor y sobre todo de sentido común. ¡Ah! Una muy buena y evocadora banda sonora.
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